Cada viaje era una aventura a su lado
Cada viaje era una aventura a su lado. Los cuatro éramos como un gran equipo fantástico. Casi nunca sabíamos qué iba a pasar (pese a que ellos jugaran a tener todo programado).
Esta vez era cerca, aunque claro, a la edad de 7 años uno no tiene la noción exacta de qué es lejos y qué es cerca. Todo lo que se encuentre fuera de tu barrio o el de tus abuelos o amiguitos, es lejos. Y esto era lejos. Y estábamos de vacaciones.
Amaba esa carpa canadiense, vieja, arrugada, pesada, de un color amarillento sin saber si originalmente era así o si con el paso del tiempo y las cuestiones climatológicas se había degradado de un bello naranja.
Era de noche, creo que descansábamos cuando un trueno estrafalario nos sobresaltó a los cuatro. Dormíamos todos juntos. Dentro de la carpa teníamos las cuatro bolsas de dormir, los cuatro correspondientes aislantes y todos los bartolos que se les ocurran dentro. Sí, sí, bolsos y demases también dentro de la carpa.
Por alguna razón ellos saltaron enseguida, mamá y papá. Algo pasaba que quizás mi hermano y yo no entendíamos. Se vistieron, abrieron el cierre y salieron. Nosotros nos quedamos dentro sintiendo el violento zumbido del viento que arremolinaba la carpa acompañando a las gotas de lluvia que se iban transformando en un aguacero. Los truenos no se quedaban atrás.
Empezamos a escuchar voces, eran ellos, nuestros padres, enloquecidos haciendo un ruido que luego comprendí eran las palas. Estaban intentando cavar las famosas zanjas que se hacen alrededor de una carpa para que en caso de lluvia no se inunde. Claro! Ellos no las habían hecho al llegar a Lobos y ahora bajo la tormenta no les quedaba otra. Cavaban y cavaban y gritaban empapados.
Yo sentía terror, no sé si llegué a expresarlo. Cuando sos la hermana mayor no importa mucho qué te pase, tenés que demostrar que no te pasa nada y sobretodo si delante está tu hermano menor. Todo el mundo sabe que “el que manda es el mayor”, ¿no es cierto?
Pueden haber sido minutos, instantes, ¿un rato? No lo sé, mi recuerdo me hace sentir que fueron horas las que estuvimos en vela, en medio de la noche temiendo que esa carpa se volara (por más que tengas años de acampar y mucha experiencia, en estas situaciones no falta nunca el pensamiento de que la carpa se puede ir volando y vos con ella).
En algún momento determinado se ve que se agotaron de cavar, la lluvia los ganó o los convenció o estaba todo hecho ya, no lo sé a ciencia cierta, pero ellos entraron empapados.
Nos quedamos sentados en silencio, los cuatro, mirando apenas por el cierre entreabierto de la canadiense… había otras carpas cerca, varios hacían lo mismo. Si pudiéramos dejar el temor a un lado, el hecho de poder ver la lluvia desde la carpa con el cierre entreabierto es un espectáculo bastante grandioso, más si sos un niño y lo compartís con tu familia.
Aparecieron dos locos, qué divertido. Dos “pibes” que para mí eran grandes y para mis viejos serían eso, dos veintiañeros alocados por la noche. Claro, no dejaba de llover. La tormenta era inquebrantable y todos estábamos allí para disfrutar de un fin de semana largo lleno de verde en la laguna. Estos pibes se pusieron a saltar y cantar y gritar bajo la lluvia. Tenían frascos de sal en sus manos y comenzaron a hacer un círculo sobre el pasto en un espacio entre las carpas, de modo que todos pudiéramos apreciar el espectáculo. Cantaban y danzaban como indios alocados y divertidos, mirando al cielo haciendo gestos, pidiendo que dejara de llover. Todos nos reíamos, disfrutábamos muchísimo de la ocurrencia.
El tiempo pasó, no sé cuánto, pero la lluvia se detuvo y por un instante el cielo se abrió y ellos alabaron los rayos del sol que los cubrían y agradecían haciendo movimientos hacia la tierra. Todos gritábamos y silbábamos, fue increíble. Todos reíamos divertidos y aplaudíamos agradeciendo el gesto y la danza y lo que finalmente habían conseguido.
No sé si mi papá y mi mamá habían sentido el mismo temor que yo frente a la tormenta, la carpa y la posibilidad de salir volando, pero sí sé que no nunca lo demostraron.
Cada viaje era una aventura a su lado. Los cuatro éramos como un gran equipo fantástico. Casi nunca sabíamos qué iba a pasar (pese a que ellos jugaran a tener todo programado).
"Mi papá es MacGyver"
Rosario Sabarrena
Es cierto que "cada viaje fue una aventura"...y hoy esos viajes serán recuerdos más hermosos aún por los que están ausentes
ResponderBorrarDicen que recordar es volver a pasar por el corazón. Así que seguiremos pasando. 😍
BorrarTe había comentado re lindo y google no me lo guardo... en fin. Abrazo para esa niña feliz y enamorada que sigue viviendo en ti ❤️
ResponderBorrarAbrazo gigante para todas nuestras niñas enamoradas. Gracias Lau. 🤗
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